Tienes que creer

Como canadiense, a veces deseo que Hollywood dedicara un poco más de energía a las películas de hockey y un poco menos a las historias sobre béisbol. ¿Qué tal una pista de hielo impecable y reluciente en lugar de un campo de ensueño? ¿Cuántas veces pueden los entrenadores imperfectos enseñar lecciones de vida a los jugadores de las Pequeñas Ligas que se muestran reacios? ¿Cuántas veces pueden los desvalidos derrotar a los matones descarados que solo se preocupan por ganar, sea cual sea el costo?

La película Tienes que creer comienza con algunos de estos clichés del béisbol, pero logra liberarse de demasiada previsibilidad cuando el director Ty Roberts vuelve a contar la historia real de un grupo de jugadores de béisbol adolescentes inadaptados cuyo amado entrenador se está muriendo de cáncer.

El entrenador Bobby Ratliff (Luke Wilson) no ha tenido mucho éxito en el campo de juego con su equipo, aunque todos los jugadores lo aman y lo respetan. Un diagnóstico repentino de cáncer abruma a la familia Ratliff y Bobby no puede estar en el campo. El escritor Lane Garrison captura la angustia de los hijos de Ratliff, especialmente Bobby Junior, quien está enojado con Dios y el mundo por la enfermedad de su padre.

Los entrenadores asistentes Jon (Greg Kinnear) y Mitch (Lew Temple) intensifican su juego y comienzan a poner en forma a los jóvenes. Inspirados por la batalla de su entrenador, los chicos comienzan una improbable racha ganadora que los lleva desde Fort Worth, Texas, hasta la Serie Mundial de Pequeñas Ligas de 2002.

A pesar de su enfermedad, el entrenador Bobby está decidido a animar a los chicos en persona. Una increíble actuación de un solo hit del lanzador estrella Walker Kelly (Etienne Kellici) en la etapa eliminatoria brinda 11 entradas de drama y esperanza (uno de los juegos de la Serie Mundial de Pequeñas Ligas más largos de la historia en ese momento). Pero como se trata de una historia real y no puramente hollywoodense, los espectadores no obtienen el final que podrían esperar.

Tienes que creer Es una película entretenida, con un poco de humor y escenas deportivas razonablemente creíbles. No se aborda de forma tan específica en qué o en quién “hay que creer” como los cristianos desearían, pero el mensaje de coraje, determinación y trabajo en equipo es inspirador y puede resonar especialmente entre los espectadores más jóvenes.