El mundo está lleno de especulaciones sobre cómo liderará el presidente electo Donald Trump durante su segundo mandato. Esto es particularmente cierto cuando se trata de política exterior. ¿Más o menos apoyo a Ucrania? ¿Israel? ¿Taiwán? ¿Un cambio de rumbo hacia China? ¿OTAN? ¿Irán? Quizás la mejor manera de pronosticar el enfoque de Trump en materia de política de seguridad nacional y exterior para 2025 sea observar el plan de seguridad nacional que firmó en 2017.
Por ley, los presidentes estadounidenses deben publicar una estrategia de seguridad nacional a los pocos meses de asumir el cargo, aunque el plazo no suele cumplirse. A veces, los presidentes comienzan inmediatamente con declaraciones de prioridades, como lo hizo el presidente Joe Biden al emitir el Memorando de Seguridad Nacional-4 dos semanas después de asumir el cargo en 2021. El NSM-4 dirigió todas las agencias gubernamentales estadounidenses dirigidas desde el extranjero (por ejemplo, los departamentos de Estado, Defensa , etc.) para promover los derechos LGBTQ dentro de la agencia y en sus relaciones externas con otros países. Como resumió la Federación de Científicos Estadounidenses: “En efecto, la administración Biden ha elevado ahora la defensa de los derechos LGBTQI+ a la categoría de política de seguridad nacional de Estados Unidos”. (Aunque la Casa Blanca de Biden publicó otras orientaciones provisionales, hubo que esperar hasta octubre de 2022 para publicar finalmente una estrategia de seguridad nacional).
En marcado contraste, la “nueva Estrategia de Seguridad Nacional para una nueva era” del presidente Trump de 2017 proporcionó una visión y una estrategia integrales para promover los intereses e ideales estadounidenses. Al leerlo, uno siente como si la NSS de Trump hubiera sido escrita para 2025 y más allá.
Su visión era “proteger nuestra patria, promover nuestra prosperidad y preservar la paz”. ¿Cuál fue y es el contexto de amenaza? La NSS de Trump le dijo al lector en términos crudos que “la competencia entre grandes potencias ha regresado” después de “ser descartada como un fenómeno de un siglo anterior”.
Más específicamente, Estados Unidos enfrenta una triple amenaza: “Una continuidad central en la historia es la lucha por el poder. … Tres grupos principales de rivales –las potencias revisionistas de China y Rusia, los estados rebeldes de Irán y Corea del Norte, y las organizaciones amenazantes transnacionales, en particular los grupos terroristas yihadistas– están compitiendo activamente contra Estados Unidos y nuestros aliados y socios”.
¿Cómo vamos a afrontar la amenaza? La estrategia de 2017 fue exclusivamente trumpiana: “Estados Unidos buscar áreas de cooperación con los competidores de un posición de fuerzasobre todo garantizando nuestra poder militar es insuperable y totalmente integrado con nuestros aliados y todos nuestros instrumentos de poder.”
Vale la pena analizar este resumen de estrategia, que marcó un alejamiento de las administraciones anteriores. No comienza con una amenaza sino con una promesa diplomática de que “Estados Unidos buscará áreas de cooperación con sus competidores”. Más adelante en el documento, se reafirma este enfoque respecto de China y Rusia: “Estados Unidos está dispuesto a cooperar en áreas de interés mutuo con ambos países”.
Trump fue criticado por ser ingenuo o cobarde por sus reuniones con dictadores, pero su propósito fue declarado públicamente todo el tiempo. Trump, el negociador en jefe, cree que incluso con nuestros adversarios, puede haber áreas de “interés mutuo” donde se pueden reducir las tensiones y lograr beneficios mutuos. Por lo tanto, no le sorprenderá buscar lo que considera un fin realista a la agresión de Rusia contra Ucrania que sacará a Europa del borde de una guerra continental, y tal vez incluso global. Probablemente adoptará un enfoque similar ante las tácticas comerciales injustas de China.
Pero esa “cooperación con los competidores” comienza “desde una posición de fuerza”. Como el presidente Ronald Reagan, paz a través de la fuerza es el concepto subyacente aquí. Y esa fortaleza no es la estrategia de esperanza del presidente Barack Obama o la estrategia del presidente Biden de promover los derechos LGBTQ, sino más bien el poder militar y económico.
Como informa el American Enterprise Institute, en contraste con los dramáticos recortes del gasto militar de Biden y Obama, la primera administración Trump se apresuró a modernizar el establishment de defensa e inteligencia de Estados Unidos. Trump también enfatizó el patriotismo y los valores militares tradicionales centrales en las fuerzas armadas. Deberíamos esperar ver todo esto nuevamente.
La ENS de 2017 exige dos cosas más. El primero son los aliados fuertes “integrados” con el sistema de seguridad nacional de Estados Unidos. El segundo es un enfoque holístico de la seguridad internacional que aproveche “todos nuestros instrumentos de poder”.
En cuanto a nuestros aliados, Trump fue ridiculizado en muchos sectores por su enfoque de “Estados Unidos primero”, pero su mantra nunca fue “Sólo Estados Unidos”. Cabe recordar que en sus famosos comentarios sobre la OTAN, poco después de convertirse en presidente, argumentó que todo gobierno debe actuar ante todo en función de los intereses de su propia ciudadanía. Eso es natural y bueno. Luego llamó a los líderes de la OTAN a cumplir con los compromisos firmados sobre gasto militar, tanto como un pacto solemne bajo la Carta de la OTAN como porque redundaba en el mejor interés de proteger a su pueblo. A Estados Unidos también le conviene que nuestros aliados tengan ejércitos modernos y poderosos y paguen su parte justa por la seguridad global.
La frase “instrumentos de poder” es un término artístico en la comunidad de seguridad, a menudo asociado con el acrónimo DIME (diplomacia; información, incluidas ideas, cibernética, influencia de poder blando y comunicaciones estratégicas; militar; y formas económicas de poder). Además, los nombramientos del presidente electo Trump en muchos de estos roles clave, como Marco Rubio, Michael Waltz, Stephen Feinberg y otros, demuestran este enfoque integral de la seguridad estadounidense.
En resumen, gran parte de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2017 resuena hoy, desde una evaluación sobria de las amenazas y prioridades hasta la probabilidad de que un presidente vigoroso y dispuesto a viajar promueva la paz a través de la fuerza.