Recorriendo la ciudad de Dios

Agustín de Hippo’s Ciudad de Dios Podría ser el libro de teología más consecuente en la tradición cristiana occidental. El obispo del siglo XV comenzó su opus magnum como defensa contra los críticos paganos que culpó a los problemas del Imperio Romano de su adopción del cristianismo, pero el libro se convirtió en algo mayor mientras trabajaba en él de manera intermitente durante más de una década. Ciudad de Diosque se extiende a 1,000 páginas en la mayoría de las traducciones, discute la teología, la historia, la política, la literatura y la filosofía. Es un trabajo imponente de genio, pero su tamaño y numerosas digresiones lo convierten en un desafío para el lector promedio.

Con La “ciudad de Dios” esencial (Baker Academic, 464 pp.), Gregory W. Lee, profesor de teología en Wheaton College, ofrece a los no exitosos una entrada accesible al obispo de la monumental trabajo de Hippo.

Lee ha creado lo que podría llamarse “la versión de buenas partidas” del manguito de Agustín. Esta edición, que abre la excelente traducción de la nueva prensa de la ciudad, reduce el texto a un tercio de su tamaño original. Lee complementa su versión truncada con notas al pie expansivas y 22 ensayos breves que resumen el pensamiento de Agustín sobre diversos temas, incluida la guerra, la predestinación y las mujeres.

La base de Ciudad de Dios es que dos ciudades han existido a lo largo del tiempo: la ciudad del hombre y la ciudad de Dios. La ciudad del hombre se basa en orgullo y amor a sí mismo, y los diversos imperios de la historia, incluida Roma, son manifestaciones de esta ciudad. La Ciudad de Dios, por otro lado, se basa en un amor al Creador, y comprende todo el pueblo de Dios, ya sea parte del Antiguo Testamento Israel o la Iglesia, junto con los Faithful Angels. Agustín argumenta que las diversas manifestaciones de la ciudad del hombre se elevan y caen y experimentarán juicio en el último día, mientras que la ciudad de Dios, que está en peregrinación en esta vida, nunca fallará. No es sorprendente dado este enfoque que el resumen de Lee enfatice la teología política.

Parte de la alegría de leer Agustín es experimentar las largas digresiones y reflexionar sobre cómo se conectan con su argumento general. Atrás quedaron los intrincados pasajes en los que Agustín intenta resolver el problema del mal al describir el mal como privación. Ausentes están sus puntos de vista sobre la relación entre la soberanía divina y la voluntad humana. ¿Dónde están sus discusiones sobre el martirio y los milagrosos? Claro, estos temas aparecen en los ensayos suplementarios, pero no siempre reproducen los medios convincentes y a menudo hermosos por los cuales Agustín llega a sus ideas.

Algunos de los recortes pueden romper mi corazón, pero todos se queja de lado, la edición de Lee sirve como una guía útil para este trabajo monumental.