Los animales no pueden hablar el lenguaje humano, pero su comportamiento y su cerebro revelan mucho sobre cómo toman decisiones y se mantienen con vida. En Pulpos innovadores, pájaros con cerebro medio y más animales con mentes magníficas (MIT Kids Press, 152 págs.), la autora Christina Couch explora las capacidades cognitivas de seis criaturas, todas las cuales usan sus cerebros de manera muy diferente a como los humanos usan el suyo.
Una ardilla gris oriental, por ejemplo, esconde 3.000 nueces y semillas en el lapso de seis semanas. Pero ¿cómo recuerda dónde los escondió meses después? Como explica Couch, el hipocampo de la ardilla, el centro de la memoria del cerebro, literalmente se expande y la ardilla desarrolla dispositivos mnemotécnicos y estrategias de mapeo para localizar su escondite.
Otros cerebros de animales siguen desconcertando a los científicos. Un ave hawaiana en peligro de extinción duerme con la mitad de su cerebro todavía encendido. Los brazos de un pulpo caminan independientemente entre sí y del cerebro del animal, pero nadie sabe cómo se coordinan los brazos. Incluso la medusa sin cerebro recibe un reconocimiento: en lugar de un centro de comando craneal, redes nerviosas cubren su cuerpo gelatinoso desde la campana hasta el fondo.
El libro incluye una breve mención de la evolución, describiéndola como el proceso mediante el cual los seres vivos transmiten mejores habilidades de supervivencia y rasgos deseables. Para una lectura alternativa, considere el libro de temática científica similar de Tricia Goyer y Sherri Seligson, Maravillas del reino del océano (Tyndale Kids, 164 págs.), que explora la creación submarina de Dios.

Si hubiera un premio al mejor camuflaje, el pulpo imitador se llevaría los máximos honores. El molusco normalmente liso y beige cambia instantáneamente de color y textura para adaptarse a lo que sea que tenga delante. Si eso fuera un trozo tosco de coral gris (¡puf!), ahora la piel de la criatura es gris y llena de bultos.
Esa es sólo una de las muchas defensas únicas empleadas por las cinco criaturas marinas que describen Goyer y Seligson. En lugar de presentar descripciones independientes, similares a las de los libros de texto, su libro nombra a cada animal e imagina lo que hay en la mente de cada criatura. Astrid, la estrella de mar multicolor, comienza como una masa huérfana e indefensa a la que gradualmente le crecen brazos y aprende a evadir a los depredadores escondiéndose entre las rocas. Luna, el rape de aguas profundas, cuelga una bombilla bioluminiscente alimentada por bacterias especiales para atraer peces pequeños a su gran boca.
Aunque nadie sabe realmente qué están pensando Astrid o Luna, los cuentos de Goyer y Seligson son creíbles. Las ilustraciones de Vlad Stankovic sirven además como recordatorio de que se trata de animales reales, no personajes de ficción.