Los bebes son bendiciones

Esta temporada navideña, las ondas están llenas de canciones que celebran el nacimiento de Cristo hace más de 2000 años. Desde clásicos como “Noche de paz” y “Un claro de medianoche”, estamos invitados a unirnos a la Virgen María, quien alabó a Dios ante la noticia de que daría a luz al Hijo de Dios: “Engrandece mi alma al Señor, y mi alma engrandece al Señor. espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. Quizás no haya mejor momento para reconocer la bondad fundamental de la vida en esta época del año en la que celebramos el nacimiento del Señor de la Vida.

Y éste es un mensaje que hoy se necesita con urgencia. Las tasas de natalidad en todo el mundo desarrollado están cayendo, incluso cuando los gobiernos del Reino Unido y Canadá promueven cada vez más el suicidio como un bien social. Si bien hay países cuyas tendencias demográficas son mucho peores que las de Estados Unidos, la situación en la tierra de los libres y el hogar de los valientes no es alentadora.

Una medida de la tasa de natalidad se llama “tasa total de fertilidad” (TFR), que intenta estimar el número de nacidos vivos por mujer a lo largo de su vida. Una tasa que mantendría el tamaño de la población actual en un momento dado es de poco más de 2: una para la madre y otra para el padre. Es decir, dado que algunas personas no llegan a la edad adulta o nunca procrean, se necesitan un poco más de dos hijos supervivientes por mujer para garantizar que la próxima generación tenga el mismo tamaño que la generación anterior.

Si una TGF de 2,1 es un punto de referencia para una población estable, podemos observar las tasas en países de todo el mundo y ver qué les depara el futuro a esas naciones. Las perspectivas son sombrías. Según la Oficina de Referencia de Población, la fertilidad total mundial será de 2,2 para 2024, justo por encima del nivel de reemplazo. Pero existen amplias divergencias en todo el mundo. Tasas de fertilidad más altas corresponden a menos desarrollo económico y menos riqueza, y lo contrario ocurre en las naciones más ricas y desarrolladas. Las naciones más desarrolladas y de altos ingresos tienen una TGF de 1,4, y países como Japón (1,2), Corea del Sur (0,7) y Canadá (1,3) están por debajo de ese promedio. Estados Unidos también está por debajo de las tasas de reemplazo en un mínimo histórico de 1,6.

La humanidad nunca está a más de una generación de desaparecer de la tierra. Es sólo gracias al amor y la gracia continuos de Dios que Él da vida nueva a cada generación.

Hay muchas causas que explican la disminución de la fertilidad y la riqueza ciertamente es un factor. Varios libros importantes, incluido el de Tim Carney Familia antipática y Catherine Pakaluk Los hijos de Anahan estudiado el fenómeno y examinado algunas de las funciones que desempeñan la política gubernamental y las expectativas sociales. Los supuestos y percepciones culturales sobre tener hijos son elementos absolutamente críticos del dilema que enfrentamos ahora. Hasta cierto punto, son nuevos en el sentido de que nuestra sociedad es más próspera que cualquier otra que haya existido y existen opciones casi inagotables para emprender “la búsqueda de la felicidad”.

Sin embargo, en otro nivel, estas dinámicas no son nuevas. La tentación de centrarse en la propia felicidad, a menudo a expensas de los demás, es un aspecto perenne de la pecaminosidad humana. En su perspicaz tratado sobre “El estado del matrimonio” de 1522, el reformador Martín Lutero diagnosticó el razonamiento erróneo que lleva a muchos a evitar el matrimonio y la procreación. Los bebés son cargas y costos según esta razón natural: “Ay, ¿debo mecer al bebé, lavarle los pañales, hacerle la cama, oler su hedor, quedarme despierto por las noches con él, cuidarlo cuando llora, curarle sus erupciones y llagas, y encima cuidar a mi esposa, sustentarla, trabajar en mi oficio, cuidar esto y cuidar aquello, hacer esto y hacer aquello, soportar esto y soportar aquello, y cualquier otra cosa de amargura y trabajo pesado. ¿Qué implica la vida matrimonial? La conclusión de tal cálculo es clara: es mejor permanecer soltero, desapegado y despreocupado.

La Biblia nos enseña algo radicalmente diferente. Nos enseña que el amor implica sacrificio y que nos sentimos satisfechos al llevar las cargas unos de otros. Nos enseña que los bebés son una bendición y la vida es un regalo. Después de la caída en el pecado, en medio de la maldición del dolor al tener hijos, Dios le da a Eva esta promesa: “Darás a luz hijos”. Será doloroso y habrá dolor en medio de la alegría de tener y criar hijos. Pero como vemos cuando Dios le proporciona a Seth a Eva para ayudar a aliviar el dolor de una madre, Dios cumple sus promesas de proveer para la humanidad. Y lo hace no sólo a través de las generaciones de “engendrados” en la Biblia, a través de la espera, la paciencia y el sufrimiento de madres como Sara, Ana e Isabel, sino especialmente a través del nacimiento de su hijo Jesucristo.

La humanidad nunca está a más de una generación de desaparecer de la tierra. Es sólo gracias al amor y la gracia continuos de Dios que Él da vida nueva a cada generación. Y así como Dios ha provisto la bendición de la existencia a través del nacimiento de cada persona a través de los siglos, Él ha provisto la bendición de la salvación de aquellos a través de todas las edades a través del nacimiento de Jesucristo. En esta temporada navideña, recordemos que los bebés son regalos, y especialmente el regalo que fue dado para nosotros y nuestra salvación en el bebé de Belén.