No hay duda de que la elección de Donald Trump ha traído importantes esperanzas para muchos estadounidenses. Su éxito en las urnas refleja, entre otras cosas, que muchos estadounidenses coinciden con su agenda declarada para poner fin a las guerras internacionales y su énfasis en la libertad religiosa, el crecimiento económico y la seguridad fronteriza en el país.
Sin embargo, con todo este optimismo, hay un problema indiscutible: Estados Unidos tiene enemigos feroces y actores malvados en todo el mundo que buscan hacernos daño en casa, lo que requiere que nuestra nación esté alerta, vigilante y vigilante ahora más que nunca. Sin embargo, estos enemigos no sólo están en todo el mundo sino que a veces están entre nosotros. Esto es evidente en un inquietante informe procedente de Houston. Según CNN, el FBI arrestó a un musulmán extremista que supuestamente quería llevar a cabo un ataque al estilo del 11 de septiembre en Estados Unidos.
El hombre es un simpatizante de ISIS llamado Anas Said, que nació en Houston en 1996 en una familia musulmana libanesa. Fue arrestado afuera de su apartamento en Houston durante la semana de las elecciones. Said hizo de su apartamento un “santuario seguro” para los soldados de ISIS e “intentó viajar varias veces para unirse a ISIS”. Antes de su arresto, supuestamente envió un mensaje a un empleado encubierto del FBI, afirmando que, si viviera solo sin su familia, habría intentado ejecutar “una operación como la del 11 de septiembre”. Estamos siendo testigos de un terrorista en ciernes que estaba discutiendo planes que se ajustaban a su agenda islamista.
Después de su arresto, Said explicó abiertamente a los agentes del FBI sus esfuerzos por aterrorizar a los estadounidenses mediante la violencia. Según su memorando de detención, quería matar a determinados estadounidenses, ya que preguntó específicamente al personal militar estadounidense (dondequiera que los encontrara) si apoyaban a Israel o si estaban desplegados en Irak o Afganistán. Si decían que sí, el memorando decía que “esas son las personas que mataría”.
Afortunadamente, Said fue capturado antes de hacer daño a nadie, aunque es preocupante si consideramos cómo las autoridades estadounidenses lo conocían durante muchos años.
Según documentos judiciales, Said comenzó a simpatizar con ISIS en 2015, unos meses después del establecimiento del grupo Estado Islámico. En 2017, el FBI lo conoció como partidario de ISIS porque compró y distribuyó pegatinas de propaganda promocionando al grupo terrorista. No es sorprendente que, cuando se enfrentó a estos hechos, Said negó completamente que apoyara a ISIS y posteriormente fue liberado. Seis años después, el FBI descubierto que estaba usando varias cuentas de redes sociales “para apoyar a ISIS y los ataques violentos llevados a cabo en su nombre”, según documentos judiciales.
Deberíamos estar agradecidos por los agentes encubiertos del FBI que frustraron los planes de Said, pero esta historia es un ejemplo de libro de texto de ingenuidad dañina por parte de quienes decidieron confiar en Said y dejarlo en libertad a pesar de las múltiples señales de advertencia de sus simpatías terroristas.
Las motivaciones declaradas por Said revelan que no sólo simpatizaba con un grupo terrorista islámico radical sino que también hizo de su casa en Houston un lugar de reunión para terroristas que buscaban explícitamente dañar a los estadounidenses. A las autoridades les llevó al menos siete años arrestarlo, pero cualquier sentido común debería haberlas dirigido a un curso de acción específico: los simpatizantes del terrorismo deberían ser identificados y tratados más seriamente según la ley.
Si las leyes no son lo suficientemente estrictas, entonces deberíamos tratar de fortalecerlas. En materia de terrorismo no puede haber indulgencia, ya que muchas vidas están en peligro. Incluso deberíamos considerar despojar a los ciudadanos estadounidenses de su ciudadanía cuando sean condenados por unirse a organizaciones terroristas islámicas. Si los ciudadanos no estadounidenses muestran actitudes comprensivas hacia las ideologías islámicas radicales y el terrorismo, deberían ser deportados inmediatamente sin posibilidad de regresar a los Estados Unidos. Deberíamos comenzar con los imanes de algunas mezquitas que predican el antisemitismo y el odio contra nuestra nación.
Deberíamos estar atentos, especialmente con las guerras en curso en Gaza y el Líbano, porque el mundo tiene muchos simpatizantes islamistas que abiertamente buscan dañar a Estados Unidos y lo que representa, especialmente porque tenemos una enorme vulnerabilidad en nuestra frontera sur.
Debido a la incuestionable vulnerabilidad y los cruces ilegales incontrolados en nuestra frontera con México bajo la supervisión de la administración Biden, es posible que actores malvados ya se hayan infiltrado en nuestro país. Podrían planificar y ejecutar el terror, aprovechando la vulnerabilidad de esta nación para crear caos, hiriendo a nuestra sociedad e impidiendo que disfrutemos de nuestros días de esperanza, paz y tranquilidad.
En la práctica, el gobierno estadounidense debería seguir medidas específicas para prevenir ataques terroristas islámicos mejorando la recopilación de inteligencia y el intercambio de información entre agencias, porque no debería haber ningún compromiso con los simpatizantes del terrorismo. Con la llegada de la administración Trump, deberíamos buscar mejorar el control fronterizo y el control de inmigración. El gobierno debería alentar y apoyar a las organizaciones musulmanas que puedan ayudar en los esfuerzos de programas comunitarios contra la radicalización. Pero, sobre todo, debemos fortalecer las leyes antiterroristas, practicar evaluaciones de seguridad periódicas y fomentar la denuncia pública de actividades sospechosas relacionadas con el terrorismo.
Tenemos un país que proteger y todos debemos trabajar para lograr ese objetivo.