Ningún músico contemporáneo ha necesitado una biografía integral más que el difunto pionero de la música cristiana Andraé Crouch. Ahora, gracias a Robert Darden y Stephen Newby, ese libro ha llegado. Pronto y muy pronto (Oxford University Press, 440 pp.) Es realmente dos libros en uno. Una es la historia de la vida de Crouch, escrita principalmente por Darden. (Divulgación completa: Darden fue mi editor en otro punto de venta, y cita de una pieza mía del mundo de 2015). El otro es el desglose musicológico de la canción de Newby de casi todos los álbum que Crouch grabó. El primero se basa en entrevistas en profundidad con los músicos que tocaron con Crouch a lo largo de su carrera, el segundo sobre el conocimiento de Newby sobre la teoría en el trabajo en la música negra en general y en el trabajo de Crouch en particular.
Crouch comenzó a tocar el piano a los 11, poco después de que su padre, un predicador, le hubiera pedido a Dios que le diera el “regalo de la música”. En la escuela secundaria, dirigió un grupo llamado Cogics (después de su denominación, la Iglesia de Dios en Cristo). En sus 20 años, firmó con Light Records y se convirtió en uno de los actos más vendidos de la etiqueta, lanzando una serie de álbumes de gospel cada vez más sofisticados que unieron a los fanáticos de Black Gospel y Jesus Music por igual. Cuando su carrera en solitario terminó a mediados de la década de 1980, en parte de un busto de drogas en el que se abandonaron los cargos, Crouch consiguió conciertos de alto perfil con estrellas del pop como Michael Jackson y Madonna. Murió en 2015 a los 72.
Pronto y muy pronto Contiene muchos detalles interesantes: algunos pequeños (Crouch está agregando un “é” a su nombre de pila, Andra), algunos no tan pequeños (su amor por Steely Dan, su amor no correspondido por Tramaine Davis (más tarde Hawkins)), y algunas grandes (su perfeccionismo de presupuesto que se acumula en el estudio;
La fortaleza del libro se encuentra en su forma persuasiva de desarrollar sus tesis implícitas: que es imposible comprender la historia de la música cristiana popular aparte del papel de Crouch en él y que la industria de la música cristiana tal como la conocemos nunca podría haber existido sin él. El capítulo que examina su actuación triunfante en la Conferencia Evangélica de la Cuenca, Explo ’72, es en sí misma una revelación.
Pero aparentemente nadie en Oxford University Press revise el manuscrito. Los numerosos errores en la sintaxis y la gramática (principalmente en las secciones de análisis de canciones densamente técnicas) no necesitan disuadir a los curiosos o los fieles, pero si incluso Oxford ya no defiende los estándares, ¿quién lo hará?