anarquía en paz descanse

El orden liberal ha terminado. Fecha de muerte: 24 de febrero de 2022. Así lo argumenta Philip Pilkington en su provocativo nuevo libro: El colapso del liberalismo global: y el surgimiento del orden posliberal (Política, 240 págs.). Lo que estamos viviendo ahora, sostiene, son los espasmos cadavéricos finales del sistema creado después de la Segunda Guerra Mundial. Su fin llegó con la guerra ruso-ucraniana y la aceleración de las fuerzas antiliberales en todo el mundo. Occidente intentó extender el liberalismo hacia el Este, pero China nunca accedió, y cuando Occidente intentó penalizar a Rusia para someterla, Moscú simplemente se alineó con Beijing. Ninguno de los dos países ha colapsado por su rechazo al liberalismo. Por el contrario, parece estar surgiendo un nuevo orden mundial, que complica la mitología del “fin de la historia” de Francis Fukuyama.

Entonces, ¿qué quiere decir Pilkington con liberalismo? ¿Por qué murió? ¿Y qué viene después?

El liberalismo, según Pilkington, se define por su oposición a la jerarquía. Es una fuerza niveladora y aplanadora. Económicamente, reduce las relaciones humanas a intercambios contractuales que reemplazan las jerarquías naturales y heterogéneas. “La sociedad comercial”, insiste Pilkington, “es la sociedad liberal por excelencia”.

Es algo vago sobre los orígenes del liberalismo. En algunos puntos parece sugerir que comenzó con la Reforma Protestante, datando aproximadamente cinco siglos de antigüedad. Pero destaca un momento crucial: la Guerra Civil Inglesa. Pilkington ve la guerra de Cromwell como un momento revolucionario, un aplanamiento simbólico (incluida la decapitación literal del rey). Luego con John Locke Segundo tratadoque se opuso explícitamente a la propuesta de Robert Filmer. patriarcadoel liberalismo recibió su primera exposición consciente.

En la era de la posguerra, especialmente después del fin de la Guerra Fría, Occidente asumió que el resto del mundo abrazaría voluntariamente la ideología liberal y el liberalismo económico. Pero muchas naciones no lo han hecho. Y a medida que las propias naciones occidentales continúan desmoronándose bajo la lógica del liberalismo, este mito se está disipando, aunque muchos tardan en despertar a la realidad.

Esa realidad es que el momento liberal ha terminado y que estaba destinado a colapsar. El liberalismo, sostiene, es una “filosofía de vida oscura e incivilizada”, inherentemente “inestable” porque es “antinatural” e irracional. Al erosionar las fuentes preliberales, en su mayoría cristianas, de las que depende, asegura la destrucción de cualquier civilización que toque. Señala la evidencia de la descivilización occidental: un desmoronamiento social que presagia un regreso a la barbarie. Ésta no es la esperanza de Pilkington, sino su advertencia. Su objetivo constructivo es ayudar a las sociedades posliberales a recuperar fuentes clásicas capaces de recivilizar a Occidente.

En el fondo, el error del liberalismo es negar la necesidad humana de jerarquía. De ahí su antagonismo hacia la religión, que atestigua las jerarquías en la creación y la relación de la creación con el Creador. La realidad es jerárquica y las sociedades siempre generarán jerarquías. Si se suprimen, surgirán otros nuevos, a menudo más arbitrarios, ocultos bajo eufemismos liberales o reafirmados violentamente en el fascismo. Si queremos evitar tales resultados, insta Pilkington, debemos regresar a marcos preliberales adecuados para un mundo posliberal.

Lo que viene después es turbio. La nota final de Pilkington es ambigua y siniestra: “Vivimos en tiempos interesantes, y sólo nos queda esperar que no se vuelvan demasiado interesantes”. Ciertamente, debemos reconocer los hechos de un mundo multipolar de naciones y bloques de naciones que no están dispuestos a abrazar el liberalismo. Y nosotros en Occidente debemos despertar ante la decadencia de la civilización a nuestras puertas y tomar en serio el arduo trabajo de recivilizar, y hacerlo sin depender principalmente de recursos liberales.

Ofrece algunas propuestas prácticas (sobre defensa militar, política familiar, salud mental, drogas, personas sin hogar, inmigración, diplomacia internacional, política energética), pero su medicina principal es el diagnóstico. Y para los lectores dispuestos a afrontarlo, el pronóstico es estimulante: el liberalismo no va a regresar, y lo que lo reemplace dependerá de cuán preparados estemos para vivir sin sus ilusiones.